17 de agosto de 2009

Summer 78


Casi nunca hacía la siesta. Hoy, sin embargo, se encontraba tan decaída que intentó probar suerte para ver si el sueño le devolvía la agilidad a sus músculos y el sosiego a su interior. Optó por ponerse en posición fetal, como si quisiera creer que seguía dentro del vientre de su madre, protegida del exterior e indiferente a todo lo que no fuera su dulce voz.


Empezó a acariciarse la tripa imaginando que su madre le pedía casi susurrando que dejara de darle pataditas, que durmiera tranquila en su vientre, que ella la cuidaría para que al ver la otra luz meses más tarde nada le hiciera daño. Ya casi dormida, un soplo de viento le erizó la piel y se acurrucó inconscientemente entre los cojines. “Descansa, mi niña” le repetía su madre, ya duérmete…


Al despertar, abrió con miedo los ojos. Miró de soslayo a su alrededor y comprendió que nada había pasado, que el exterior ya la había jodido bien, y que su madre no vendría para arroparla. Aquella maldita siesta no había hecho sino acentuarlo todo aun más: ni su madre ni él estaban allí, solo un par de asquerosos mails.

1 comentarios:

Campanula 19 de agosto de 2009, 4:59  

Veo que ya se puede comentar, odio dormir y no despertar donde desearia.
un abrazo

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