30 de agosto de 2009

Pájaros en la cabeza

A punto estuvo de tomar el tren de las siete. Nadie lo supo, pero vaciló hasta las 18:40. Finalmente se quedó. Se mentalizó de que la noche iba a ser larga, y lo fue al principio, después ya no. Hasta que se acordó de él. ¿Qué demonios hacía a las cinco de la mañana bailando con una rosa en la mano? Se volteó y empezó a mirar, nadie le convencía: ni los chicos amorosos tipo lapa, ni los cabrones, ni los pasotas, ni siquiera el de los polvos. Cerró los ojos y se imaginó escuchándole recitar. “Te he visto a ti también, como las palomas, enardeciéndote cuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía se encienden a diferentes horas?”.



Hasta que un brazo, el mejor de todos los brazos, le golpeó sin darse cuenta y sin saber que lo hacía en su preciso y justo momento: “Estaba pensando en él, debería haber subido a ese tren; pero a su vez, todo esto también va conmigo, ¿no crees?” .“Se te ve bien, aquí están tus amigos”. Se permitió una sonrisa pícara y se fue a por una fanta. Era su primera noche sin poder beber y ahí estaba, lo había conseguido: sin alcohol, sin desinhibiciones forzadas y sin ningún tío. Aunque esto último solo aparentemente, porque en realidad, los tenía a todos, uno detrás del otro, como pajaritos en círculo piando por su cabecita.




La pintura es de Eva Armisén

4 comentarios:

Sàlvia 30 de agosto de 2009, 22:31  

Fantástico relato, Inma. Un fuerte abrazo y una gran sonrisa aún agosteña.
Besadetes

Campanula 31 de agosto de 2009, 1:58  

Como siempre Inma, tus relatos me producen una sensacion fantastica.
un abrazo

inma 31 de agosto de 2009, 2:02  

Y tú siempre me sacas una sonrisa tierna :)

otro abrazo para ti, Campa

Javier Juan 31 de agosto de 2009, 21:08  

un abraç en el moment adequat pot ser millor que tots els polvos del mon :)

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