8 de diciembre de 2009

"Típpex"



Este texto puede leerse con la canción, yo la veo perfecta, pero supongo que depende.

Típpex

Cayó sentada sobre el borde de la cama. Levantó ligeramente la cabeza y lo vio frente a ella, mirándola con preocupación
"te encuentras bien?", le preguntó. Como si de las palabras mágicas se tratara, los cinco tequilas de la noche, reforzados por las dos copas de vino, se activaron para llevar a cabo finalmente lo que ella misma veía venir desde la segunda ronda: vomitarlo todo.

No había cenado, por lo que no se veía ni rastro de comida, pero no bastó con una toalla para recoger todo el discurso que casi literalmente acababa de mandar a la mierda. Esbozarlo le llevó más de dos semanas y varios empachos de té con miel. Los últimos días -incluida la noche anterior- no solo lo pasó a limpio mentalmente, sino que osó recitarlo en voz alta como El Padrenuestro antes de irse a dormir. Cuanto más lo pronunciaba, más se tragaba su teoría sobre hacerse valorar y no depender jamás de un otro -fuese quin fuese- para sentirse satisfecha consigo misma. En el fondo apuntaba a remediucho casero para sobrellevar la soledad y el frío de su nuevo hogar. Pero la cuestión es que fuese lo que fuese no se guardó ni una sola palabra y fue consciente del peso que se había quitado de encima.

Por su parte, el estado de embriagadez todavía le permanecía, por lo que no se percató de lo embarazoso de aquella situación. De repente notó cómo le acariciaba el cabello y le devolvió una sonrisa "vengo enseguida", le dijo, y se encerró en el banyo para cepillarse los dientes. A la vuelta, se acurrucó en el cuerpo de él y empezó a sentirse todavía más relajada. No hacía más de seis horas que lo conocía, era básicamente un extranyo, pero quizás precisamente por eso su calor -físico- le reconfortaba. Con él no debía esforzarse ni frenarse; el era nuevo y ella para él también, no había pasado, ni mensajes en el móvil, ni sentimientos, ni implícitos...

A la manyana siguiente tomaron de postre kebab y sin darse cuenta se les hicieron las ocho de la tarde charlando por la ciudad. Tenía presente que efectiva y únicamente era un extranyo, pero sus pros y sus contras le eran tan transparentes, desprendía tanta sinceridad, que no vaciló ni un solo segundo, no hubo remordimientos ni se sintió mal o confusa como le había sucedido en otras ocaciones.

Con él empezó a esbozar ahora sí conscientemente y para sus adentros no algo que apestaba a discurso vacío, sino una sensación que se perfilaba como los fundamentos de su realidad: que la soledad es jodida, sí, pero que con el tiempo termina siendo mejor que las malas companyías o los "sí pero no (puede ser)", y que a nadie le amarga un dulce de vez en cuando -con o sin tequilas.



1 comentarios:

Campanula 11 de diciembre de 2009, 1:30  

Yo los llamo fresquitos, a veces tu vida insoportablemente calurosa y jodida, esa misma que te da jaqueca y que te hace desear cerrar los ojos para no abrirlos nunca más, de repente y sin anuncios meteorológicos, te ofrece un fresquito de viento, y por un instante volves a sentirte como si estuviese en otoño.
un abrazo

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